Por San Isidro de este año me sorprendieron con una llamada de televisión para aparecer como experta en psicología y sexualidad sobre un tema del que sabía más bien poco, pero que envolvía mucho más que una simple operación: vaginoplastia y labioplastia.

Imagen de la revista Marie Claire del 20 de febrero de 2020: Viva la vulva – respinning our most misunderstood body part
Como es habitual en estos casos, me dispuse a buscar información sobre el tema y encontré muchísima. Según leía, me surgieron muchas dudas sobre la necesidad física de este tratamiento o si la única necesidad (que no es poca) era la de poder encajar en este nuevo modelo de belleza, cada vez más imperante. Y digo esto porque ha pasado de ser desconocido a que se hable de ello en la televisión a la hora de máxima audiencia, ¿a qué se podrá deber?
Al llegar al programa y ver el reportaje del médico estético, quedé ojiplática cuando hablaba de la vulva perfecta, y más aún cuando constaté que hay gente que cree que existe algo así. En ese momento me puse a fantasear sobre esa vulva perfecta… ¿sus labios se abrirían cual flor?, ¿estaría siempre dispuesta a recibir placer?, ¿se auto cuidaría?, ¿hablaría?… pero parece ser que este médico tenía otra idea por vulva perfecta, una donde los labios tenían el tamaño que él consideraba adecuados, no con base en el placer de la mujer, sino de la estética que ellos “proponen” (¿imponen?).
La mejor manera que encontré para ayudar a algunos entusiastas de la vaginoplastia a entender todo lo que escondía esta afirmación de la vulva perfecta, fue ayudándoles a empatizar mediante el ejercicio de pensar qué sentirían y cómo se vería afectada su seguridad y autoestima al decirles que hay un pene perfecto y que, ¡sorpresa señores!, todos vosotros estáis lejos de llegar a ese ideal pero… ¡tenemos la solución! La peneplastia, para tener esos genitales de ensueño para que las demás personas disfruten de ellos, sin importar si ellos disfruten o no.
Al principio casi me tachaban de dictadora por no apoyar una operación en la que las mujeres, supuestamente, teníamos la libertad de elegir… ¿libertad? Yo no llamaría libertad a la presión social, una vez más, a nuestro cuerpo, ahora centrándose en otras zonas inexploradas hasta el momento. No es libertad cuando nos dicen que para llegar a una supuesta perfección, debemos someternos a operaciones, con todo lo que ello conlleva, y dejando de lado la parte más importante, tener unos genitales funcionales y que nos proporcionen momentos de placer… a nosotras. Por lo tanto, considero que lo primero que habría que preguntarse es para qué quiero hacerme esta operación: si es por algo fisiológico, funcional, es más que recomendable y apoyo que deje de ser un tabú. Pero cuando es para vendernos una vulva perfecta, necesito hablar para aportar mi pequeña chispa de luz en este túnel y ver las cosas desde más perspectivas. Porque si no se trata de algo funcional, el procedimiento más adecuado no sería el médico sino el psicológico, ya que se trataría de una intervención debida no al funcionamiento de esa vulva (médica) sino por el sentimiento al no encajar en ese modelo (psicológica). No voy a poner el ejemplo de que no llamamos al fontanero cuando se nos ha roto una puerta, por obvio.
Con respecto a la operación de los labios clasificada como “estética”, cabría la reflexión previa de por qué al labio interno se le llama “menor” y al externo “mayor”, dado que aproximadamente la mitad de las mujeres tenemos los internos más grandes que los externos, por lo que el cambio de nombre ayudaría a entender que no tienen por qué ser más o menos grandes.
Por otro lado, considero imprescindible introducir el término de violencia estética, que se trata del uso de productos o intervenciones nocivas, para poder superar traumas y complejos. Hoy hablamos de vaginoplastia, mañana de mamoplastia y pasado de bypass gástrico, todo para poder encajar en ese modelo que nos quieren vender (y os aseguro que nunca terminaremos, a través de operaciones, de encajar en él. La única manera es haciendo más grande el molde, dando cabida a la inmensa diversidad de cuerpos). Aquí podríamos preguntarnos a quién le interesa tenernos en constante pleito con nuestro cuerpo y así requerir el uso de miles de productos para arreglar físicamente lo que mentalmente nos han dicho que es imperfecto. Para arreglar esto no necesitamos una operación estética, necesitamos mirarnos al espejo sin dolor, recuperar nuestros cuerpos, superar esta dismorfia corporal (preocupación obsesiva por lo que nos hacen considerar defectos), conocer nuestra anatomía, descubrir todo lo que podemos hacer con ella, disfrutarla y amarla; solo así conseguiremos mostrarnos tan grandes como lo que somos y no callar, porque cuando nos hacen sentir imperfectas, eso nos llena de complejos, haciéndonos pequeñas y no creyéndonos válidas para ser amadas, ni siquiera por nosotras mismas.
Se habla mucho de diversidad pero poco de la diversidad de los cuerpos en cuanto a tamaños, formas, singularidades. Cada pequeño gesto cuenta para visibilizar la belleza en todas sus formas y edades (cirugías y cremas antiedad, tintes, cirugías estéticas). Y me encantaría hablar de la gordofobia que sufrimos como sociedad, eso sí, disfrazada de “buen samaritano” preocupado por el bienestar de quien ha subido de peso, pero no por el malestar de quien se daña con infinidad de productos y con mensajes destructivos por no encajar en ese modelo talla 38 (o la que sea). Pero aunque me gustaría hablar de ello, lo dejaré para otro momento por tratarse de algo que necesita toda la atención.
“No dejes que el mundo te convierta en normal”
Película: The Mitchells vs the Machines
Ya para terminar, me gustaría sugeriros que nos riamos de este sistema haciendo lo que tratan de impedirnos: amemos nuestros cuerpos diversos, movamos los cimientos de este sistema de sumisión. Qué mejor manera que empezar queriendo nuestras vulvas a través de su conocimiento y de saber la gran diversidad que hay en ellas y su capacidad de dar y recibir placer sin importar su “perfección monético- estética”.
Y por si no fuera suficiente con todo lo que os he dicho, aquí os dejo mi aparición estelar, no por lo famosa, sino porque fue rápida como una estrella fugaz:

Y recuerda, lo más atractivo que tienes es tu amor, reconocimiento y compasión por ti misma.