Nuestro cuerpo
La relación que el ser humano tiene con su cuerpo es muy complicada, y más en la cultura occidental. Por un lado lo cuidamos, o eso creemos, con todas las cremas que usamos, los perfumes que rociamos por diferentes partes de nuestro cuerpo y la ropa con la que lo decoramos; pero, por otro lado, estamos maltratándolo, porque muchas veces nos avisa de que determinados zapatos le están apretando los dedos de los pies o que cierto perfume provoca una alergia, pero aun así nosotros lo seguimos torturando, en la mayoría de los casos, con esos zapatos incómodos o con ese cinturón, último grito, que encoge y asfixia a nuestra cintura.
Esta reflexión no es para hacernos sentir mal o culpabilizarnos más de lo que lo hacemos a lo largo del día, sino para que nos paremos y reflexionemos sobre cómo podemos cuidar a nuestro cuerpo para que un día no nos diga ¡basta!
Nuestra propuesta sería realizar todas las veces que podamos a la semana un ejercicio que muchas veces utilizamos en terapia con el fin de que las personas recuperen el contacto con su cuerpo, y que aprendan a escucharlo e intentar actuar según la información que les manda. El primer paso es buscar un ratito en el que no podamos ser molestados o no tengamos que realizar otras cosas, para saber que podemos dedicarnos ese tiempo y no sentirnos mal por ello. A continuación lo óptimo sería que busquemos un estado y lugar de relajación, por ejemplo dándonos una ducha calmada, con un jabón que nos guste y frotándonos con cuidado, sin prisas y sonriéndonos a nosotras mismas aunque no tengamos ningún espejo en el que reflejarnos, con la intención de ofrecernos lo mejor que tenemos. Después, cuando ya estemos secas, buscaremos un lugar para tumbarnos en el que nos sintamos cómodas, como puede ser la cama o un sofá acogedor, pondremos música que nos invite al descanso y placer y nos quedaremos desnudas o con la menor ropa posible, procurando que la temperatura sea adecuada para esto último (no queremos que os cojáis un resfriado por nuestra culpa).
Extenderemos aceite de masaje por nuestras manos, como puede ser http://www.elplaceresnuestro.es/lubricantes para acariciar nuestra piel, empezando por los pies. Debemos cerrar los ojos suavemente y ponernos en una postura en la que podamos masajear nuestros pies despacio, conociéndolos y notando los surcos que poseen. Posiblemente el conocimiento que tengas no vaya más allá del masaje rápido para hidratarlos o el descubrimiento de una dureza provocada por el uso constante de los zapatos. Así pues, ahora, os invitamos a que, a la vez que los acariciáis de la manera descrita, les preguntéis ¿Cómo estáis? ¿Qué necesitáis? Algunas notaréis que os pesan, por lo que seguramente os estén pidiendo relajación, otras notaréis durezas por lo que os están diciendo que los hidratéis y uséis otro tipo de zapatos que no os la provoquen… En mi caso, los míos me están pidiendo descanso tras largas caminatas por Lisboa. Luego pasaremos a las piernas, parando en cada parte que sintamos que nos pide algo como puede ser una ducha de agua fría que reactive la circulación, unos pantalones menos ajustados que no las presionen o prendas más abrigadas que no les hagan pasar frío. Así pues hablaremos con cada parte de nuestro cuerpo para saber qué necesita y, si podemos, intentaremos hacerle caso en la medida de lo posible. Esto tiene que ser siempre si vosotras queréis, porque los ejercicios que escribimos son una recomendación y no una obligación por la cual sentiros culpables si no la realizáis.
Al principio puede resultar algo difícil entender lo que nos quiere decir e incluso llevarlo a cabo, ya que va en contra de lo que nos enseña la sociedad y las modas que imperan en la misma, pero si lo incluimos dentro de la rutina, nos puede ayudar a ser más felices y a que nuestra mente y nuestro cuerpo funcionen en total consonancia.